El presidente de Estados Unidos (EE.UU.) Joe Biden, cedió a las peticiones de Kiev y aprobó el suministro a Ucrania de las controvertidas bombas de racimo, pese a que están prohibidas en gran parte del mundo.
Mediante una rueda de prensa en la Casa Blanca, el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, explicó por qué EE.UU. decidió darle a Ucrania estas armas:
«Reconocemos que las municiones de racimo crean un riesgo de daños a civiles por los artefactos sin estallar. Por eso aplazamos la decisión todo el tiempo que pudimos. Pero también existe un enorme riesgo de daños civiles si las tropas y los tanques rusos arrollan las posiciones ucranianas y toman más territorio ucraniano y someten a más civiles ucranianos».
Sullivan señaló que este tipo de municiones servirá de «puente» mientras se fabrican más proyectiles convencionales. «No dejaremos a Ucrania indefensa en ningún momento. Y punto», sentenció.
Esta entrega de bombas de racimo, no surge de la nada. Ucrania, desde el inicio del conflicto con Rusia, ha hecho lobby en Washington para hacerse con estas armas.
Las bombas de racimo están prohibidas en más de 120 países. Alemania y Francia, aliados de EE.UU., son dos de esas decenas de naciones que las prohíben, pero se han mantenido «ajenos» al asunto, al evitar criticar abiertamente a Washington en las declaraciones previas al anuncio oficial.
El Pentágono precisó que el nuevo paquete, el número 42 que EE.UU. entrega a Ucrania, está valorado en 800 millones de dólares. Incluye «cientos de miles» de bombas de racimo entre abundante munición de artillería y blindados.
Ataque indiscriminado
Las bombas de racimo son armas especialmente crueles. Son explosivos que estallan en el aire liberando grandes cantidades de pequeñas bombas o «minibombas» sobre un área que puede cubrir el tamaño de un campo de fútbol. Pueden mutilar y matar indiscriminadamente a los civiles.
Además, los proyectiles sin estallar representan un grave peligro para la población durante décadas. Hay que tener en cuenta que estas pequeñas bombas están diseñadas para que exploten al hacer o con algo. Por lo que si caen sobre vegetación, agua o terreno blando, pueden quedarse sin explotar. Es decir, el peligro es prolongado, porque en el futuro, las personas sin darse cuenta pueden hacer o con ellas y hacerlas explotar.
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos volvió a pedir este viernes, que no se usen las bombas de racimo.
«Las municiones de racimo esparcen pequeñas bombas por una amplia zona, muchas de las cuales no explotan inmediatamente. Pueden matar y mutilar años después. Por eso, su uso debe cesar inmediatamente», declaró la portavoz de la oficina, Marta Hurtado.
