El comer rápido o apurado se ha convertido en una práctica común, casi un reflejo de la escasez de tiempo y la abundancia de actividades.
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Sin embargo, este hábito aunque extendido, acarrea una serie de consecuencias que impactan directamente en la salud digestiva y predisponen a las personas a desarrollar otras patologías que, en el peor de los escenarios, pueden comprometer seriamente su bienestar.
En ese sentido, el Dr. Miguel del Mazo, especialista en manejo de peso, destaca la importancia de escuchar al cuerpo durante la ingesta de alimentos. «En cuanto a la alimentación, hay que darle tiempo al cuerpo para que nos diga qué está pasando», explicó.
La urgencia por terminar las comidas puede impedir que el organismo procese adecuadamente los alimentos y envíe las señales de saciedad al cerebro, lo que a menudo lleva a un consumo excesivo.
Además, una masticación insuficiente puede dificultar la digestión y absorción de los nutrientes, afectando la salud gastrointestinal a largo plazo.
En conclusión, los especialistas recomiendan no prolongar los períodos de ayuno y comer despacio para darle tiempo al cerebro de detectar la sensación de saciedad.
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