En los últimos años, y especialmente tras su regreso con fuerza a la política estadounidense, Donald Trump ha demostrado una habilidad inquietante para sacudir los mercados financieros a voluntad. Lo que antes parecía una forma agresiva de hacer diplomacia comercial, hoy muchos analistas lo interpretan como una maniobra sistemática para manipular el mercado bursátil, beneficiándose directa o indirectamente.
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Un patrón familiar para alguien que ha quebrado seis veces
Trump no es nuevo en esto. Como empresario, se declaró en bancarrota al menos seis veces entre 1991 y 2009, recurriendo al Capítulo 11 para reestructurar deudas millonarias con bancos, bonistas y acreedores (Fuente: Forbes, WSJ). En su estilo de negocios, siempre apostó a arriesgar con dinero ajeno, abandonar proyectos con pérdidas y salir impune, dejando a otros con la cuenta.
Ese mismo patrón parece haberse trasladado a la política y a los mercados financieros globales.
El patrón de manipulación bursátil
El modus operandi es casi siempre el mismo:
1. Lanza un anuncio alarmante: nuevos aranceles, sanciones, amenazas a China o la UE. Resultado: el mercado se desploma.
2. Da marcha atrás parcial: anuncia una pausa, una negociación o una prórroga. Resultado: el mercado rebota con fuerza.
3. Ganancia en la volatilidad: ideal para quien compró en la caída y vendió en el rebote.
Este ciclo de pánico y euforia puede repetirse en cuestión de horas. Hoy, 9 de abril, fue el último ejemplo: tras anunciar aranceles de 125% a China, los mercados cayeron; luego, con una sorpresiva “pausa de 90 días para 75 países”, Wall Street se disparó: el Nasdaq tuvo su mejor día en 24 años.
Manipulación o política?
Legalmente, es difícil probar que Trump o su entorno hacen uso directo de información privilegiada. Pero el poder de mover el mercado con una sola frase es real. Y si alguien con información previa se beneficia, es una forma sofisticada de trading político.
Muchos expertos lo comparan con esquemas de «pump & dump»: inflar, derrumbar, y beneficiarse en la montaña rusa. El hecho de que Trump nunca haya pagado todas sus deudas y haya salido impune de múltiples colapsos empresariales, refuerza la idea de que su visión del poder es transaccional, y el mercado, una extensión de su instinto especulador.
¿Quién paga la factura?
– Ganan: los insiders, los especuladores con información temprana.
– Pierden: el ciudadano común, los fondos de pensión, los pequeños inversionistas y la estabilidad global.
El mercado ya no es solo un reflejo de la economía, sino un instrumento de poder. Y cuando un hombre que ha quebrado casinos, inmobiliarias y universidades llega a la Casa Blanca, los mercados se convierten en su nuevo tablero. Trump no gobierna: opera, y muchos temen que los próximos en perder sean todos los que creyeron que esta vez sería diferente.
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