El comediante venezolano George Harris recibió en Viña del Mar la lección de que no todas las veces sus chistes dan risa. Parte del público de La Quinta Vergara (Chile) rechazó su presentación, no por venezolano, sino por su posicionamiento político y el aprovechamiento de su ventaja mediática para proyectar un permanente ataque y menosprecio contra socialistas, comunistas, bolivarianos y nacionalistas en América Latina.
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En el caso chileno, parte de la galería no olvida la apología que ha hecho de las dictaduras de derecha en el continente, las cuales ha valorado como supuestos instrumentos del progreso que apuntalan “el consumo” y la modernidad, desestimando el costo, la violencia y la muerte causadas en ese país por el régimen de Pinochet.
Tampoco olvidan los chilenos con sensibilidad y memoria histórica el agravio de Harris a Salvador Allende en un mensaje de tuitter. El cómico sin gracia expresó que quienes aún recuerdan y lloran al presidente asesinado durante el golpe de estado de 1973 sufren de “una pobreza de mente tan arrecha”. Este episodio lo recordó el medio local T13, poniendo de relieve que este comentario es un chiste de mal gusto para una sociedad todavía signada y dividida por este capítulo que sucedió hace más de 50 años.
No me alegra lo que le sucedió a Harris en Viña del Mar. Y hasta entiendo su reacción humana de responder a quienes no le dejaron terminar con el show que tenía programado, pero es inevitable no concluir que a Harris le tocó padecer la ley universal de que recogió lo que ha sembrado.
El comediante vivió en primera persona el boicot que promueve contra otros que como él, no piensan de forma radical respecto a Venezuela.
No sé los demás, pero siento que hubo algo de osadía heroica entre los que rechazaron su presencia, ya que no podemos olvidar que de forma inequívoca, nítida, ansiosa y desesperada este “comediante” clamó por la injerencia internacional y militar sobre nuestro país después de las elecciones presidenciales del 28 de julio ganadas por Nicolás Maduro.
Desde mi perspectiva, el boicot a Harris no es un acto de xenofobia, pero quieren hacerlo pasar así para victimizar al comediante, y envolverlo en un manto de mártir que no merece, porque en el fondo de su alma ha deseado que se martirice a más de la mitad de la población venezolana para ver cumplidos sus complejos de sujeto colonizado que anhela ver ondeando la bandera de las barras y las estrellas sobre los escombros y cuerpos del pueblo indómito de Bolívar.
Veamos por un instante su trabajo con perspectiva crítica, y analicemos que su humor se basa en lastimarnos a nosotros mismos, en socavar nuestro espíritu resaltando vicios, sombras y defectos, caricaturizando nuestro historia y próceres como una banda de “calentones” que hicieron la independencia “matando” y “cogiendo” después de cada batalla.
No está mal de vez en cuando y muy de cuando en vez reírnos de nosotros mismos, pues ha sido el humor el que nos ha salvado en los peores momentos de nuestra historia reciente, pero no podemos permitir que desde el humor o la comicidad, un desleal venezolano, nos quiera desdibujar la historia, mancillar nuestros héroes, cuestionar nuestra costumbres y cultura, y al mismo tiempo decirnos en nuestras caras que somos unos “imbéciles” que tenemos que brindar sus ocurrencias “con la mano derecha porque la izquierda murió”.
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