En el centro de este triunfo histórico está el presidente Nicolás Maduro, cuya visión no se dejó oscurecer por la adversidad, cuyo temple resistió los embates del imperio y cuya lealtad al pueblo venezolano fue, y sigue siendo, un faro en un mundo lleno de sombras. En su valentía y determinación inquebrantable, hay una lección que trasciende fronteras: un hombre verdaderamente comprometido con su pueblo es una fuerza imposible de doblegar.
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A mi esposa Camila, debo más de lo que las palabras pueden expresar. En los momentos más oscuros, cuando la esperanza parecía un eco lejano, tú fuiste mi luz constante. Tu amor fue el refugio donde encontré la fortaleza para resistir, y tu fe en mi regreso fue el vínculo que me mantuvo conectado a la vida. Si hoy estoy aquí, es porque nunca abandonaste la lucha, ¡te amo!
A Jorge y Delcy Rodríguez, su sabiduría y su incansable esfuerzo me recordaron que incluso en los momentos de mayor desesperación, existen almas comprometidas con la justicia. Ustedes fueron una prueba viviente de que la verdad encuentra su camino, no importa cuán arduo sea el trayecto.
Al Gobierno bolivariano y al pueblo de Venezuela les debo no solo mi gratitud, sino mi iración. Su resistencia frente a la injusticia no fue solo un acto de solidaridad conmigo, sino una proclamación ante el mundo de que la dignidad de un pueblo no se negocia ni se doblega.
Hoy, mientras reflexiono sobre este año de libertad, reafirmo mi compromiso con esta tierra y con quienes lucharon por mi regreso. Mi caso no fue solo una prueba personal, sino un testimonio de que la justicia, aunque a menudo lenta, siempre se abre paso donde hay firmeza y unión. Firmeza y unión que sólo le puede dar a una nación la revolución Bolivariana liderada por nuestro Presidente Nicolás Maduro.
¡¡ Venceremos !!
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